jueves, 22 de enero de 2009

"Muchos los llamados y pocos los escogidos"


Sólo un tercio de la promoción de jueces y magistrados ejercen

Treintra y cinco prospectos a jueces y magistrados fueron graduados en la tercera promoción del Programa de Formación Inicial para Jueces (PFI), sin embargo, una tercera parte de las promociones se encuentran de planta.


La formación de futuros juristas tiene una inversión en educación de casi medio millón de dólares, invertidos por el Consejo Nacional de la Judicatura (CNJ).

El programa es ejecutado desde julio de 2006, según el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Agustín García Calderon, los integrantes del PFI tienen una posibliidad en base a 'meritocracia', es decir, méritos académicos y de desempeño académico, sin embargo más del 50% ya han sido miembros del órgano judicial "Ellos además ya traen una experiencia base y su elección es rigurosa, que se hace con ayuda del Programa Nacional de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y apoyo de la CSJ, desde luego el organismo que lo hace con bastante éxito", destacó el funcionario.

Medio millón invertido

De acuerdo a la consejal del CNJ, Nora Montoya, el banco de prospectos es bastante grande y no necesariamente son los graduados del PFI los que integran la planta judicial de jueces de paz (cuarta categoría), "depende de la judicatura, de la carga laboral que pueda soportar y luego el área en la que ellos se hayan preparado más.

El consejo tiene un banco de datos bastante grande de elegibles(…) actualmente solo 37 de las tres promociones (104 graduados) integran la planta judicial", aseguró la funcionaria. Según Montoya, el Consejo invierte en el PFI medio millón de dólares, del presupuesto general de la nación correspondiente al Consejo.

Por su parte el presidente del CNJ, David Cabezas, manifestó que para el otro año ya se está pensando en una cuarta promoción, " pero tenemos que hacer un análisis y reajustes en cuanto al número de graduados".

En la tercera promoción se graduaron 35 aspirantes a jueces y magistrados. De acuerdo a las autoridades, del banco que tiene la institución o los que hayan sobresalido en sus calificaciones y que tengan más experiencia en la profesión estarian más cerca de formar parte de las plazas de jueces o magistrados.
No obstante el CNJ, escoge una terna donde no necesariamente los graduados son escogidos, sino el más capacitado.

viernes, 2 de enero de 2009

El Mundo de las Lolitas en El Salvador


CONSUMO Y ORIGINALIDAD, EL CAMPO DE JUEGO

La construcción de identidad de la Lolitas en El Salvador se encuentra determinada por el consumo. Para estas jóvenes ser una Lolita es como pertenecer a la moda , donde las tendencias del nuevo vestuario es marcado por ellas mismas, a través de accesorios que dan vida a sus personajes.

El movimiento surge en el país tras la producción estandarizada de ropa, donde ellas marcan una pauta para vestir, un estilo que se nivela en un marco regido por ellas mismas: vestidos de niñas que pueden ser da marinero, sirvienta, muñeca, góticos, punkeros e incluso con kimonos (pero este no es muy visto en el país). Acá la industria cultural (Horkheimer y Adorno, 1988), tiene un papel importante al crear productos y reproducir vestuarios y accesorios que crean necesidades en las jóvenes, como la obtención de una diadema, una pulsera y chaleco que acompaña al atuendo de un personaje “X” o la mutación de un elementos y de otro para formar el vestuario de su propio otaku y por ende personaje.

No juegan con ropa, esta es parte de su estilo de vida
Si bien es cierto que una Lolita no es un cosplay (juego con la ropa), está muy arraigada a este término ya que una joven que gusta vertirse y actuar como una niña sin su atuendo no parece un miembro de esta llamada subcultura. “Lo que nosotras queremos es que la gente nos vea, con nuestros vestidos y nos pregunten por su elaboración, donde lo compramos, cuánto nos costó toda la indumentaria”, dicen ellas.


Si la jóvenes aparecen en una convención de animé vestidas como un visitante nada más, no llama la atención, y pasa desapercibida. Cuando su fin principal es ser un punto de atracción por su aspecto, que se diferencia de los demás grupos. Muchas en su caso, visten sus atuendos más completos y más elaborados en las convocatorias, su propósito es lucirlo frente a los demás.
Nosotras tratamos de salir de lo común porque lo normal siempre es lo mismo. Mientras que esto es algo diferente porque no a todas las personas les gusta el animé y vestirse y hablar diferente. Yo donde quiera que voy luzco mi ropa y cuando hay una convención intento ponerme lo más bonita posible porque ahí si saben aprenciar lo que luzco. En mi casa, mis vecinos ni me hablan muchos y en el colegio ni se diga. (Inari Mitzuhara).


Las jóvenes que encuentran en esta subcultura su deleite, acuden a la mayoría a las convenciones con ropa no tradicional. Si es cierto que las sweet lolitas tienen un guardarropa extenso con vestidos de encajes y un sin fin de accesorios, las salvadoreñas se adaptan a las inclemencias del país. Son cuasi vestidos diarios, no ostentosos y con la presencia del encaje o listones, como su elemento principal.

La confección de estos no es una tarea fácil, para Mitzuhara, puede ser el trabajo de hasta dos meses e incluso podría extenderse dependiendo del material que se requiera para su elaboración.
Siempre cuesta quien te haga la ropa, porque no todas las personas te entienden como querés el vestido o un accesorio que lleva el vestido. A veces vamos donde las costureras y algunas otras los hacemos nosotras mismas. A veces solo vamos a la costurera para que nos haga una cosita pequeña como un delantal o el cuello del vestido y en otros momentos, todo el vestido.


En mi caso no se me hace tan difícil, mi mamá es costurera y ella me hace todo, sino me cose entonces la obligo porque no tengo otra ropa que ponerme. A veces para encontrar algunos detalles, tengo que buscar en diferentes partes, me lleva hasta dos o tres meses tener lo que necesito.

En otros casos son ellas mismas las que hacen sus propios ajuares, porque una costurera no siempre va a poner un detalle donde ellas lo desean, ni tampoco se esmerará tanto para conseguir ese elemento del vestido, como un tipo de listón, remaches, spikes (puntas de acero) u otro objeto que decora el atuendo.

Muchas veces las costureras no ponen un botón en el lugar que tiene que ir, otras ni siquiera usan remaches porque no los pueden poner, entonces nosotras tenemos que elaborar el traje con nuestras manos, creo que eso es lo más difícil y a veces te lleva mucho tiempo, pero eso vale la pena porque al final la gente re mira y te pregunta cuanto tiempo de llevó hacerlo, te dicen que esta “nice” y cosas así que te alegran, porque ha sido tu propio trabajo, el que tanto disfrutas, al momento de hacerlo, (Gabriela Navas).

Colores vivos
Colores fuertes como el naranja, el amarillo, morado y rojo; pero tampoco pueden faltar los básicos en el guardarropa como el blanco y el negro, entre otros, son los más utilizados en su vestimenta. Sin embargo, la mayoría de los colores están regulados por sí mismas. Una sweet lolita solo visten de blanco y colores pastel, aunque eso no significa que hayan algunas excepciones. Lo importante para su representación es parecer “tiernas y dulces frente a los demás”.


Los vestidos o atuendos son esenciales para nosotras, cada grupo u otaku tiene sus personajes y sus formas de vestir. Nosotras manejamos un listón o chonguita que siempre la debemos andar puesta. De cada una depende el color de la Lolita que representa. Yo casi siempre uso tonos pastel y listones o revuelitos blancos.

El liston tiene que tener un diseño, un lugar y un motivo: tiene ser personalizado por el grupo al grupo al cual pertenecen. El color es importante porque tienen que gustarnos a todas. Lo que puede identificar a una Lolita es el uso del revuelito, si fuera gótica tendría que ser morado. También se usa maquillaje> negro, rojo, rosado. (Mitzuhara).


EL VALOR DEL OBJETO
El tema de los objetos que cobran valor para el personaje o las Lolitas, es una categoría que está arraigada al consumo, se podría decir que una depende de la otra porque debido a la “necesidad” de obtener algo como una diadema, el vestido o atuendo, los zapatos, listones o revuelitos, para completar la indumentaria, se hace imprescindible gastar.


Las Lolitas construyen una denotación del valor que se impone en el objeto y el significado o identidad que produce en ellas. Uno de estos es el atuendo. La base de la construcción social de las Lolitas se encuentra desarrollado a simple vista por el vestuario que ellas utilizan.
Los vestidos o atuendos son esenciales para nosotras, porque es el vestuario que nos identifica como personaje en nuestro otaku. Nuestros amigos cuando ven un accesorio de nuestra ropa a otra gente , les dicen hey este chongo se parece al de Seelingman o al contrario, nos dicen a nosotras que hay gente que usan algunas cosas nuestras. Es chivo porque sentís que imponés la moda de tu personaje (Seelingman Hellsing).


Para las jóvenes usar un vestido significa sentirse dentro de un ambiente diferente al actual, siempre caracterizando al personaje, es decir, que del vestido depende su comportamiento como el otaku lo desarrolla o como ellas se “sienten mejor” de actuar.

Yo me siento bien así, me desestreso porque actuo como quiero, como mi otaku lo dice y el vestido me marca más esa pauta, porque sino me dirían esa chera niñona está loca, aunque, la verdad ya me dicen loca, pero no importa (Hanna Londersey).

El objeto de valor (Mead) en este caso las vestimenta, es un producto de la inclinación del individuo al actuar. La descripción correcta es que el individuo construye sus objetos basándose en su propia y continua actividad, en lugar de estar rodeado de objetos preexistentes que influyen en él y elaboran su conducta. “En cada uno de los innumerables actos, tanto en los menos trascendentes, como vestir una Lolita se está desarrollando y señalándose así misma con diferentes objetos confiriéndoles significado y evaluando su grado de conveniencia para la acción que ellas desarrollan, sobre todo tomando en cuenta decisiones en función de dicha evaluación”, es decir, que le dan un significado a ese objeto que las representa.

La construcción de objetos se basan en la propia y continua actividad. De ahí que las Lolitas se formulan los indicadores de sí mismas, ya que su acción es construida y elaborada en lugar de ser un mero producto de la conducta (Mead). Las jóvenes se señalan las diferentes formas de que van a tener cuenta en el curso de su acción, donde son conscientes de lo que son y hacen.
No obstante los objetos de valor no se limitan a una vestimenta o el atuendo en sí. El valor trasciende al lenguaje verbal. Y es que sin un nombre las jovencitas no pueden continuar con su práctica social, ya que a partir de ese nuevo elemento, ellas conforman un nuevo personaje oculto por las regulaciones sociales, que de una u otra forma resurge como una especie de liberación del YO ante el sí mismo.


Las Lolitas, sienten que al ser parte de esta subcultura desarrollan el personaje interno que desean o quieren ser, ante las represiones de las instituciones por el comportamiento bajo un estándar. No obstante el nombre sumado a la vestimenta, conforman la idealización de un personaje, creación de ellas mismas, bajo un estilo de vida, u otorgamiento de un significado que construye al ser una miembro de este grupo.

Cuando uno adopta un nombre, tiene que ver la personalidad de ese personaje, si uno puede representar bien ese personaje. Si alguien quiere ser Sailor Moon, y si te llamás Serena, tenés que ser una líder nata en tu grupo podés representarte como alguien inocente, frágil, que tiene un amor platónico

Para las jóvenes no solo se trata de adoptar ser un personaje, también involucra que el personaje se identifique con ellas, es decir, que las jóvenes ya desarrollado su otaku, encuentran o elaboran un personaje que las asemeje, una situación que a su punto de vista hace más interesante la subcultura, ya que no se sienten dominadas por el actuar de éste, sino que sea él quien se adapte a sus propias series o mangas. Es por ello que la mayoría de Lolitas buscan la creación de sus otakus y la transformación a mangas. Una situación que las hace más originales de sus formas de vestir.

Cabe mencionar que esto no significa que no pueden quedar excentas de ser una Lolita como Serena, de la seire “Sailor Moon”. Las jóvenes, son abiertas a este tipo de representaciones, sin embargo, la mayoría prefiere formar su propia manga.


EL AMBIENTE DE UNA LOLITA
La identidad de una Lolita, se representa en una cultura o un sistema de concepciones expresadas en formas simbólicas por su vestimenta, forma de actuar, hablar y relacionarse con los demás, por medio de las cuales las Lolitas expresan sus características que las diferencian como un grupo social (Cliffort, Geertz , 1973 )dentro de un mismo ambiente que puede ser en su hogares, centro de estudios e incluso el ambiente compartido en las convenciones.
“Ser Lolita es bonito porque uno es niña hasta donde quiere”, dice Inari Mitzuhara”. Mientras que para Hana Londersey, no se trata de vestirse sólo por parecer una Lolita. Lo que se busca es crear una identidad donde representan lo que son en su interior, su Yo mismo. Es decir, como les gusta comportarse.


Nuestra forma de hablar y de comportarnos es diferente. En realidad vivimos el personaje de nuestro otaku (estilo de vida puesto en la serie). Cuando hablamos con la gente ellos no nos entienden y nos dicen locas, muchas incluso dicen que somos diabólicas o que pertenecemos a una secta satánica y que cuando nos reunimos vamos a hacer pacto con el diablo. Y eso lo dicen porque a veces nos gusta ponernos cosas negras y eso no tiene nada que ver”(Londersey).

Las Lolitas representan una subcultura (tal y como ellas se describen) que está presente en El Salvador y aunque el término se relaciona más a las jovencitas que visten de mangas (series de anímé) que se distinguen por su forma de hablar, vestir, relacionarse con los demás y hacer uso de algunos accesorios que le dan vida a sus creaciones de personajes a partir de ellas mismas, se trata de jóvenes expresivas y que se hacen su exposición en las convenciones donde lucen libremente sus trabajados atuendos.

Se trata de jóvenes entre las edades de 14 y 16 años que gustan formar parte del grupo por la diferenciación que tienen de otros, es decir, la originalidad con la que se visten y con el personaje que representan. El mismo fin que buscan sugieren unidades que actúan de manera aislada , pero persiguiendo un mismo fin. Acá las jóvenes se reúnen y desarrolla un proceso de interaccionismo simbólico (Mead, Kuhn, 1964) A través de un comportamiento repetitivo, bajo un lugar de acción social, como en las convenciones de animé (donde actúan libremente), aunque este no constituye el factor determinante de la misma.

Muchas de ellas aseguran sentirse orgullosas que son pocas Lolitas, las que existen en el país, aunque les disgusta que las comparen las chicas “fresas”. Ellas aseguran que son completamente diferentes. Porque las Lolitas además de hablar de manera tierna y “niñona” se visten, la mayoría de sweet Lolita, como niñas, es decir que viven su personaje y se identifican con él.
Nuestra forma de hablar y de comportarnos es diferente te. Cuando hablamos con la gente ellos no nos entienden y nos dicen locas, muchas incluso dicen que somos diabólicas o que pertenecemos a una secta satánica y que cuando nos reunimos vamos a hacer pacto con el diablo. Y eso lo dicen porque a veces nos gusta ponernos cosas negras y eso no tiene nada que ver (Londersey).


Las peculiaridades se destacan en la elaboración de sus trajes o vestimenta y el maquillaje que algunas utilizan. En la cotidianidad de algunas Lolitas, visten sus atuendos: de muñecas, niñas, sirvientas, marineras, entre otros personajes, que lejos de ser un disfraz para ellas, es su ropa diaria. Un punto que las diferencia del cosplay (jugar con la ropa), algo que matiza su identidad.


LOLITA MISMA O YO MISMO
Ser una Lolita no es cosa del otro mundo, aseguran las jóvenes que visten y forman parte de esta subcultura. Se trata de una simultaneidad de sensaciones que le dan vida a las niñas de entre los 6 y 10 años a las adolescentes 14 y 16 que buscan exteriorizar la niña interior y dar a conocer que “nunca se deja de ser una niña”.


Las adaptaciones que ellas hacen mediante el recurso de la mentira y la liberación del Yo graficado en una caricatura, toma vida a través del uso de vestuario no acostumbrado en el entorno social.

Se trata de la representación de un Yo que surge a partir de una negación del sí mismo. Ya que se habla de jóvenes con características de ternura y de paciencia; en otros es de furia y positivismo, además de características radicadas en el tipo de Lolita que se represente mediante el disfraz o vestimenta o un objeto estético de valor (Mead, Consecuencias Sociológicas del Pensamiento), que buscan presentar el cuidado personal de la imagen de la mujer y donde se valora los diseños o estilismos de elaboración propia y qué implica este rito para ellas.
A mi me gusta que me caso, que hagan yo digo es decir, dar órdenes y que me obedezcan y si nadie me hace caso me pongo berrinchuda .


No nos importa lo que la gente diga o nos trate de decir, que estamos locas o que no tenemos edad para vestirnos así . No nos importan uno sigue siendo niña hasta donde uno quiere. Nosotras tratamos de salir de lo común porque lo normal siempre es lo mismo. Mientras que esto es algo diferente porque no a todas las personas les gusta el animé y vestirse y hablar diferente. Yo me siento bien, exteriorizó lo que soy, y nadie me obliga a comportarme como ellos quieren (familia, escuela), sino como yo quiero ser, como soy (Hinari Mitzuhara).


LA RELACIÓN CON LOS “OTROS”
Para ellas, decir que son Lolitas no es muy fácil en el país, “Una amiga de mi mami es psicóloga y le estaba diciendo que no me dejara venir porque esta son cosas diabólicas y que esto es malo para el crecimiento psicológico y social”, relata Hana Londersey quien usa una orejas de conejo.
De esta manera, las jóvenes buscan reunirse en lugares escondidos del entorno social para no ser descubiertas por los padres que les prohíben los cónclaves, donde se discute de series (mangas) o se crean las mismas a partir de sus otakus (serie de su estilo de vida).


Las casas, centros comerciales y otros espacios que les permitan reunirse son los más comunes para no ser criticadas por los que se oponen a sus agrupaciones, “aunque nos digan locas, a nosotras nos gusta ser así. Nos sentirmos libres y desestrezadas. Esto no es malo, yo no le hago daño a nadie”, explica Londersey.

Para ellas, “Sólo quien no sabe lo que es ser una Lolita rechaza esta subcultura”, expresa Seelingman Hellsing, una Lolita Punk. No somos diabólicas. Somos originales.
El problema de esta tipificación incurre en la representación social de la música estridente que muchas escuchan. El sonido es similar al del punk latino, sólo que su letra es japonesa. Sumado a ello, se encuentra la indumentaria de las lolitas punk, y góticas, usan. El negro es el color base para la ropa, el maquillaje y algunos accesorios. “Yo no le hago nada a nadie, sólo trato de diferenciarme de los otros y de vivir y sentir lo que pienso, nada más”.


De acuerdo a las lolitas, en muchas iglesias han exhortado a los padres a que aconsejen a sus hijas para que no busquen esta subcultura. “Un día la hermana Patty dio un sermón en el culto de Familias en Victoria (culto del Tabernáculo Bíblico Bautista) para que los padres pusieran en oración a sus hijas que andaba en malos pasos como lolitas. Mi mami en esos momentos se volvió a mi y me puso las manos y oró por que dejara de vestirme así, y que ya no hiciera pacto con el diablo”. Mientras tanto en los colegios, prohíben ser emo y Lolita.
“Ellos piensan que nos vamos a matar o que estamos locas o no sé que más se les ocurre. Pero si, tenemos que buscar lugares escondidos, mayormente los rincones para hablar, si las niñas son descubiertas les llaman la atención, de otra forma mandar una nota a los padres para hablar con ellos” Mitzuhara.


El discurso predominante
Durante las observaciones de las niñas, se ve la inconformidad con los discursos predominantes, que forman las regulaciones de asociación. La mirada de ellas lucen serenas y tranquilas, pero exaltadas al exponer cada uno de los casos que comentan.


Indignación es el sentimiento que muestran al no ser tomadas en cuenta como un grupo social más. Ellas caminan libremente en las convenciones, se toman del brazo como lo hacen las niñas de colegio, pero su voz adecuadas a edades que oscilan los siete años.
“Normalmente nos dicen locas y satánicas, ya estamos acostumbradas, pero eso no significa que nos guste. No le hacemos mal a nadie y entonces no queremos que nos hagan daño. Somos niñas que vivimos nuestra infancia y adolescencia como queremos” (Londersey).


Las regulaciones sociales se encuentran dominadas por el discurso social de las instituciones educativas, religiosas e incluso familiares y de amigos que determinan lo desconocido como una norma, es decir, un estándar implícito de normalización. Esta parece ser diferente de las acciones que gobierna, con lo cual no se quiere decir que se tiene un estátus y efecto independiente de las acciones gobernadas por ella (Foucold, 1992.).

Estas mismas regulaciones figuran en las autoridades relaciones de prohibición, como se dan en las escuelas al impedir las asociaciones y por ende, reuniones de Lolitas (Lacán, 1996). Estas prohibiciones están codificadas en la “posición de respecto de su concepción simbólica o normativa.

Muchos fuera de su entorno las llaman locas y satánicas, incluso en su misma familia son rechazadas por el hecho de vestirse y hablar fuera del marco de lo “normal”, “No nos importa lo que la gente diga o nos trate de decir, que estamos locas o que no tenemos edad para vestirnos así, a nosotras nos gusta ser así, comportarnos así y sentirnos así.

Cuando las Lolitas caminan por las calles abiertas son criticadas por la mayor parte de las instituciones con las que se involucran: iglesia, familia, escuela, etc y por lo tanto son reguladas en su forma de ser y de vestirse dada la “normalización” instituida
Exhibirse


Tomarse fotografías para lucir sus cosplay es el reto, compartir consejos en estas reuniones es otro de los pasatiempos. Pero el más sublime deseo de ellas es interactuar con otras lolitas y admirar sus vestidos.

“A mi me gusta ver a Candy Ohaka. Ella siempre pasa confeccionando un vestido y nos da ideas de cómo poner algunos accesorios de nuestros vestidos”.
Al salir de las convenciones, se agarran las manos para cruzarse la calle y subirse a una unidad del transporte colectivo como es la rutina. Otros casos que son los menores, es la espera de una madre de familia que se ha hecho cargo de llegar a traerlas e ir a dejar una a una a sus casas de habitación.


Para ellas, salir de lo común es la prioridad, “Ser así me desestresa” porque se trata de buscar siempre un vestuario diferente cada día para el personaje que representan, se trata como de una especie de pasatiempo en el que se encuentran inmiscuidas la mayoría del tiempo, ya que se convierte en un estilo de vida luego de varios meses de práctica “siempre andamos pensando en como se vería un vestido de una forma o de otra”. Para ellas la moda es ser una Lolita.

Costumbres y actividades
Al describir a una Lolita no solo se trata de hablar de su vestuario, también nos tendremos que detener en los ritos y actividades que hacen de este grupo una subcultura.


La congregación dentro de un club como los animé , aparece como una actividad marcada donde las jóvenes ejecutan sus ceremonias. Caminar en conjunto de un lado a otro, atrayéndose por las exposiciones y riendo como niñas es una característica que las determina.

“Acostumbramos que en esas convenciones podamos estar siempre juntas y tomadas de la mano porque unas nos protegemos con otras. Eso significa no romper nuestro lazo que nos une como grupo”, (Seelingman Hellsing).

De acuerdo a las Lolitas, ellas conforman su grupo a través de una relación que las identifica por tener los mismos intereses, en este caso su propio otaku o estilo de vida. Una característica que las hace consolidar la subcultura. A raíz de esta característica compartida, las Lolitas, recurren a otras actividades como reunirse siempre en la casa de una de sus amigas para platicar sobre la convención pasada, los mejores vestidos o atuendos y por supuesto, la creación de otakus. Desde ahí parten para la creación de sus atuendos y los nuevos accesorios que acompañarán el vestuario de la siguiente serie.

Ser las primeras en las convenciones y posteriormente las últimas en salir, es una de las particulares que ellas presentan ante los demás. Al lugar las llegan a dejar y a traer personas mayores, la mayoría de casos madres de familia, una situación que se agrega a su intento por aparentar ser niñas menores a la adolescencia, edades en las que se encuentran.


CONCLUSIONES E INTERPRETACIÓN
La construcción social de la identidad de las Lolitas en El Salvador es un proceso que no escapa de la Industria Cultural, (
Theodor Adorno y Max Horkheimer, Industria Cultural), ya que esta se ha apoderado haciendo o creando una serie de necesidades estructurales de la sociedad moderna, donde las Lolitas, encuentran su satisfacción en más que la actuación, su vestimenta y atuendos.

No se trata de la creación de un objeto común y corriente, más bien del desarrollo de mercancías con contenidos simbólicos que para el caso de las jóvenes que visten atuendos bajo el termino de originalidad se ilimitan en las compras de accesorios acordes a su estilo. Lo que ellas buscan es decorar la fachada que manejan en su forma de actuar en la vida cotidiana. La retroalimentación de esta cultura se da a partir de medios de comunicación que influyen directamente en las jóvenes que crean un estilo a partir de las tendencias de moda. Efectivamente, el fenómeno surge en Japón, pero repercute en el país a través de los difusores, a modo de crear identidad con chicas que buscan exteriorizar el Yo mismo, alimentado con los modelos transmitidos en las televisoras, internet entre otros medios de comunicación masiva que se encargan de difundir lo que causa esta repetición de fenómenos sociales.

La base de una Lolita se encuentra en la inversión del atuendo más original y meor trabajado. Es ahí donde entra de lleno la industria cultural que se encarga de formar la identidad de las jóvenes que son influenciadas por la percepción de necesidades creadas a partir de las estrategias de mercado. Las cuales no solo utilizan el lenguaje verbal sino el corporal (Warde, 2005) donde las jóvenes intercambian objetos para satisfacer necesidades que se han prefijado culturalmente para integrar a los otros y distinguir de ellos a las Lolitas. De esta manera, las jóvenes, son controladas mediante flujos de deseos, de sentirse como una niña o revoltosa y darles constancia y seguridad dentro de su mismo grupo.

La elección de las Lolitas de formar parte de esta cultura, es el resultado de una serie de deliberaciones individuales, influenciadas por los tipos de relaciones que ellas mantienen como adolescentes, donde hacen una elección del tipo de sociedad en la que quiere vivir, para comportarse como ellas desean. Desde ahí asumen la responsabilidad y el deseo de pertenecer a un grupo que comparte sus mismas creencias y adopta costumbres que se encuentran por sí mismas reguladas en un marco estandarizado de comportamiento “normal” como Lolita, sin embargo, este marco no es el apto para los de afuera, las instituciones sociales formadoras, que incluso regulan de forma general de la sociedad marcando un lineamiento de comportarse alejado de sus costumbres adquiridas donde desarrollan el Yo mismo del si mismo regulado socialmente.

Pandillas evolucionan en El Salvador



Son al menos 1 mil 140 estructuras organizadas que buscan financiar a sus miembros, en donde la extorsión se ha puesto en un primer plano.

Ya no se tatúan, su ropa no es holgada (o al menos no tanto), usan zapatos "tomba” o “conchas", no hacen muchas señales con las manos y pasar inadvertidos: es lo que buscan para planificar sus atracos.

Las pandillas han mutado su estilo de vida, aunque es difícil establecer en qué momentos se da el cambio, según los más recientes estudios del Foro Centroamérica Segura del Consejo Nacional de Seguridad Pública (CNSP).

Para los investigadores del CNSP, la pelea entre barrios ha pasado a un segundo plano, ya que negocios ilícitos como extorsiones, robo y el trance de droga son la materia prima del dinero que fortalece esa estructura delincuencial.

Ahora, tratan de protegerse de la acción policial o de agruparse entre ambos bandos (MS y 18) para encontrar una fuente segura de ingresos y así fortalecer la organización. La evolución se ha visto más presente entre 2004 y 2007 a partir de los planes Súper Mano Dura o Mano Dura.

Ahora se tienen que ver protegidas, no solo de la mara rival, sino de la Policía, de los operativos y de la investigación especializada a descubrir sus nexos criminales de estos grupos, aseguran entidades como el Instituto Opinión Pública de la UCA (IUDOP), Policía Nacional Civil y CNSP.

Desde ese año, los "mareros" adoptaron delitos como extorsiones o renta, un ilícito que ha crecido en un 300%, según cifras de la PNC, y con el que han encontrado un mecanismo rápido y efectivo de ingreso económico.

El director general de la Policía Nacional Civil, José Luis Tobar, asegura que estos procesos de cambio se dan por los golpes que realiza la corporación a las clicas. "No hay una clica que no ha sido golpeada, muestra de ello es que tenemos un 95% de los cabecillas en las cárceles. Ellos constantemente han cambiado", declaró Tobar.

Roxana Martel y María Santacruz, del Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP), institución que ha realizado estudio sobre las pandillas, secundan la postura, pero agregan que el encarcelarlos hace a las bandas más fuertes: "Ahí aprenden nuevas estrategias", declara Santamaría. Otro nivel adquisitivo

El estilo de vida no es el mismo, según los informes del CNSP, han abandonando las formas tradicionales de transporte o de habitación: de andar a pie, en buses o microbuses y vivir en "casas destroyer" han pasado a alquilar o robar vehículos para cometer los hechos hasta alquilar en uno u otro lugar de las zonas urbano-marginales. Luego las dejan y buscan otros sitio desde donde puedan reunirse y planificar sus actos criminales.

Para comunicarse usan cartas, correos electrónicos y teléfonos celulares "desechables": los ocupan una o dos veces, en una o dos operaciones y luego se deshacen de ellos.

Quisieron incursionar en el secuestro, de acuerdo al director de la PNC, en los primeros cinco días del año, pero se logró capturar al 98% de los involucrados. "Ellos vieron que era un delito que no les resultará rentable como las extorsiones", recalcó Tobar.


Una solución a la vista: la prevención


El fenómeno es complejo, según las fuentes consultadas. Tanto la Policía y el Concejo Nacional de Seguridad, implementan planes de reinserción e incluso de rehabilitación.
Diario El Mundo habló con "Nehemías Ortiz" (nombre ficticio), quien trabaja de cerca con pandilleros y ex pandilleros que desean reinsertarse a la sociedad.

Para él, la problemática de clandestinidad de grupos se da por el acogimiento de planes antipandillas, que a su punto de vista son represivos. Para Ortiz los programas de reinserción y rehabilitación son excluyentes: "no son para ellos", sino para un determinado grupo de personas que no baja al de las pandillas.

De acuerdo a Ortiz, todo radica en la pobreza. Este punto lo refuerzan tanto Martel y Santacruz, quienes señalan que los programas contra estos grupos delincuenciales son una especie de error. Desde 2004, el Ministerio de Seguridad y Justicia ha reforzado los programas de reinserción y prevención en estos grupos. Según el viceministro de la cartera, Ástor Escalante, no hay cifras concretas que revelen el comparativo de ex miembros que se han unido.

Entre los planes de reinserción, se cuentan con: 1 mil 140 Comités de Seguridad Ciudadana a nivel nacional, 148 mil 943 habitantes que participan en Deporte Nocturno, prestaciones del servicio de borrado de tatuajes, 142 metros de grafitos borrados, y 16 mil 120 familias beneficiadas con el Plan Social Urbano.